¡Hola!
Seguimos con nuestra sección de «Emociones y Nutricíon» junto con mi amiga y terapeuta Alejandra Brener.
Esta historia es tan real y tan cotidiana que sucede en muchísimos hogares. No puedo dejar de emocionarme al transcribirla.
«Esos viejos mandatos impuestos, que desaparecen un día, cuando comenzamos a tomar conciencia y al fin somos libres».
CUANDO COMER DUELE
Daniela desde pequeña aceptaba los gigantescos platos que le ofrecía su madre por entero. El letargo de las cazuelas con carne, arroz y verduras, las pastas aceitosas que quemaban hasta las lágrimas, las generosas chuletones rebosados y las tartas de chocolate eran para ella un universo de placer, sin embargo a ese recinto de delicias le faltaba algo fundamental para ser perfecto: la libertad de poder comerlas sin angustia.
Esa situación repetida cotidianamente contenía una promesa de placer junto con una amenaza de dolor, lo cual le generaba a Daniela mucha ansiedad.
Cuando en la adultez dirigió su atención a esa sensación de goce mezclada con cierta intimidación al comer por entero el plato, avivó el desfile de esas escenas pasadas. En un instante apareció un fresco flamante, ciertos detalles. Una escena cobró sentido. Salió a la superficie de la conciencia algo que estaba unido a una nebulosa. El cuerpo seleccionó esos momentos incómodos donde no podía negarse a comer hasta reventar y tomó conciencia que en la forma de elegir sus platos se habían instalado viejos mandatos, esos que le anunciaban “cuanto más abundantes y repletas son las porciones más saludables y provechosas resultan”.
Tomó conciencia de que elegía comer aquello que la colmara hasta la desbordar su capacidad de contención y buscó el cambio. Desde aquel día que se instaló con fuerza la posibilidad de elegir su propio alimento anunció internamente los primeros pasos de su autonomía.
El temor a transgredir aquello asentado durante tantos años de su infancia, pudo superarse.
Esa responsabilidad de comer hasta el hartazgo que le habían asignado hasta estrujar y comprimir su estómago, comenzó a transgredirse.
Y se inició el cambio. Buscó disminuir la cantidad de comida y el tipo de alimento. Ya no aspiraba llenar su estómago, sino disfrutar, buscar las propiedades de cada alimento , los colores. Y cada elección se fue acomodando a sus hábitos.
Pasar del padecimiento al disfrute fue la experiencia más gratificante que pudo alcanzar, un aprendizaje que renovó su cuerpo físico y emocional y sentó las bases para una nueva vida con el descubrimiento de su sí mismo corporal. Ya no se amoldó a preferencias ajenas. Se le abrió un mundo de posibilidades que una vez instalado lo reprodujo especialmente hacia sus seres más queridos.
Esperamos que os guste,
Alejandra y Lauri.
Alejandra Brener es terapeuta corporal. Utiliza la bioenergética como técnica de carga y descarga energética que, a través de ejercicios, permite liberar tensiones acumuladas y hacer lugar a las emociones que allí se encuentran solapadas.Busca la salud emocional. Sin embargo, sin salud física tampoco hay salud emocional y uno de los factores fundamentales para que ambos se conjuguen es la nutrición saludable.
Post anteriores:
“Cuerpos maltratados, cuerpos mal alimentados”.
«Una nueva actitud para nutrirse: Descubrir nuestro potencial».
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